En la edición de Diciembre de 2014 de la revista Soho tuve la oportunidad de escribir un artículo sobre cómo estamos perdiendo la privacidad en el mundo digital.
Comparto el artículo:
Ese Indeseado Vecino
Si encuentra a su vecino espiando detrás de la ventana, seguro sentirá su intimidad amenazada. ¿Qué pasaría si su vecino tiene acceso a su cuenta de correo electrónico, historial de búsquedas, navegación, ubicación geográfica y contactos telefónicos? Esto es exactamente lo que ocurre cuando usa los servicios de Google y un celular Android, por ejemplo. Pero a diferencia del vecino mirándole por la ventana, usted aún no se ha enterado.
El Internet es un espacio maravilloso. Sin embargo, a través de la red, estamos perdiendo el derecho fundamental a la privacidad sin darnos cuenta. Somos una generación ingenua que creyó que los servicios en Internet como realizar una búsqueda en Google podían ser gratuitos. La verdad es que si no pagas por el servicio, eres el producto. Nuestra información personal, como historiales de búsquedas en Google, es la que financia a las empresas que proveen estos servicios. Por eso, el programa PRISM de la NSA revelado por Snowden describe como “partners” a las empresas Google, Microsoft, Yahoo, Skype, Youtube, Apple y otras. Básicamente estas empresas venden nuestra información privada.
En su novela “1984”, Orwell habla de las “telepantallas”: televisores usados para espiar a los televidentes. Hoy, los smartphones con sus micrófonos, cámaras, GPS y software que puede ser controlado de forma remota, son telepantallas de bolsillo. Muchos minimizan el problema de la vigilancia masiva asumiendo que no tienen nada que esconder. Pero la verdad es que no haber hecho nada malo no justifica ser vigilado. Además, todos tenemos algo que esconder: un abogado debe cuidar la privacidad de sus clientes, un médico la histórica clínica de los pacientes, un amigo los secretos de sus compañeros.
Y aquí lo grave: la NSA no es la única que puede espiarnos. Las herramientas utilizadas para comunicarse en general son inseguras por diseño. Por ejemplo, un correo electrónico es una carta en sobre abierto que puede ser fácilmente leída por terceros. Nuestras comunicaciones pueden ser interceptadas sin mucha dificultad por delincuentes informáticos o gobiernos. La forma de protegerse es usar criptografía. Esta, permite codificar las comunicaciones para que sean entendidas solo por las partes interesadas y no por terceros. Hoy, es posible encriptar correos, chats, llamadas telefónicas, sms y todo tipo de comunicación.
Assange suele dar el ejemplo de cuando se descubrieron las bacterias y la gente aprendió a lavarse las manos con jabón. En la actualidad, si se quiere usar el Internet sin perder la privacidad, se deben cambiar los hábitos aprendiendo a cifrar las comunicaciones con software libre. Eso mantendrá al vecino, o al barrio entero, lejos de su ventana.