I Conveniencia
Juan conoció a Adriana en la facultad. Ella es de Ecuador y le contó sobre las maravillas que hay en el país de la mitad del mundo. Los volcanes activos, glaciares, cálidas playas, las selvas y su gente. Juan se entusiasmó y decidió escaparse del frío del invierno de Buenos Aires y viajar a Ecuador en julio.
Para esto, Juan fue a su computadora, abrió Gmail y escribió a Adriana para pedirle recomendaciones sobre Ecuador. Ella le respondió y le contó sobre el Volcán Cotopaxi, la reserva Ecológica del Cuyabeno, la Isla de la Plata, el centro histórico de Quito, el mercado artesanal de Otavalo, y algunas otras maravillas de este pequeño país.
Cuando Juan recibió el correo, notó algo interesante. A la derecha del mismo había publicidad sobre hoteles en varios lugares turísticos de Ecuador. “¡Qué conveniente!” – pensó Juan. Sin embargo, para armar su presupuesto, necesitaba conocer el costo de los pasajes de avión y la publicidad del correo no proporcionó esta información.
Entonces Juan abrió el buscador de Google y empezó a investigar costos de pasajes entre Buenos Aires y Quito. Terminado el trabajo se fue a dormir. Al día siguiente, cuando abrió la prensa digital para leer las noticias se encontró con otra sorpresa. La publicidad del periódico mostraba promociones para viajar a Ecuador. Era como si alguien supiera lo que Juan estaba pensando y le ayudaba a comprar lo que necesitaba. “¡Qué conveniente!” – pensó Juan.
Pasó el tiempo, el frío cada vez era más fuerte en Buenos Aires y Juan se preparaba para escaparse a la tierra del sol. Fue cuando Adriana añadió a Juan al grupo de WhatsApp de “Deportes de Aventura en Ecuador”. Este grupo lo creó Adriana junto a sus amigos para organizar viajes a la montaña, rafting en la amazonía, paseos en bicicleta y otras aventuras que se pueden organizar cerca de Quito. Juan estaba fascinado leyendo como se organizaban los paseos y esperaba sumarse apenas llegue a Ecuador.
Luego de interactuar un tiempo en el grupo de WhatsApp, Juan abrió Facebook para actualizarse sobre la vida de sus amigos. Algo raro pasó, Facebook empezó a recomendar nuevos amigos a Juan. Algunos eran conocidos de Adriana, pero otros no. Juan se puso a ver quiénes eran esas personas y se dio cuenta de algo interesante. Todos forman parte del grupo, “Deportes de Aventura en Ecuador” de WhatsApp al que se había unido solo unos días atrás. “¡Qué conveniente!” – pensó Juan.
Al poco tiempo Juan viajó a Ecuador y tuvo unas mágicas vacaciones llenas de aventuras.
II Privacidad
Si bien la historia de Juan es ficticia hay dos verdades en la misma. La primera es que Ecuador es un país chiquito lleno de diversidad y magia al que vale la pena visitar. La segunda es que empresas de Internet como Google, Facebook u otras saben de nosotros más de lo que podríamos imaginarnos. En la historia de Juan se mencionan a 2 empresas, pero no son las únicas.
Muchos piensan que los clientes de Facebook o Google son sus usuarios pero esto no es así. Los clientes son las empresas o personas que compran publicidad para ofertar sus productos o servicios a los usuarios de Google o Facebook. Se dice que “sino pagas por el servicio eres el producto”.
Facebook compró WhatsApp por 22 mil millones de dólares en el año 2014. Eso podría ser el presupuesto anual de un país pequeño. Considerando que WhatsApp es un servicio gratuito con alrededor de mil millones de usuarios en el mundo, debería llamarnos la atención qué una empresa pagó tanto dinero por otra que aparentemente no recibe nada. Tal vez la base de datos de teléfonos de mil millones de personas en en el mundo y sus interacciones sociales le podría resultar útil a Facebook. Quizás ese fue el motivo por el cuál Facebook le recomendó a Juan los contactos del grupo de WhatsApp.
Las hoteles que publicaron anuncios ofertando servicios en los correos de Juan pagan a Google por cada click que alguien hace en sus publicidades. El problema no es que los hoteles de un país anuncien publicidad a alguien que quiere visitar ese país. El problema es que para que esto suceda, Google debe leer los correos electrónicos de todos sus usuarios. Para ilustrar mejor la idea, imaginemos el sistema de correo tradicional. ¿Estaríamos dispuestos a que las empresas de correo abran los sobres, lean las cartas y pongan publicidad relacionada con el contenido de las mismas? ¿Podría prestarse esto para el abuso? ¿Qué pasaría si los Estados tuvieran acceso a esta información?
En junio de 2013, gracias a Edward Snowden, se empezó a publicar gran cantidad de documentos secretos de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA por sus siglas en inglés). Estos documentos demuestran que de manera voluntaria o no, empresas como Google, Facebook, Microsoft, Skype, Youtube, Apple, entre otras, entregan la información de sus usuarios al gobierno de Estados Unidos. Los únicos que tienen alguna protección legal son los ciudadanos de Estados Unidos. El resto de nosotros no tenemos ninguna garantía que nuestra información no pueda ser espiada.
En realidad, no es la NSA y las grandes empresas de Internet las únicas que pueden saber mucho de nosotros a través de Internet. Somos nosotros los que entregamos nuestra información privada en redes como Facebook a cambio de estímulos sociales como “likes” u otros. Cuando era pequeño, recuerdo que nos decían que no hablemos con extraños en la calle. Hoy en día los padres, con la ilusión de compartir momentos con sus seres queridos comparten fotos de sus hijos en Internet. ¿Se han puesto a pensar quién puede ver las fotos que subimos a Facebook? ¿Conocemos en persona a todos nuestros contactos de Facebook? ¿Deberíamos pedir permiso a nuestros hijos antes de subir una foto de ellos a Internet? ¿Deberíamos subir fotos de nuestros hijos a Internet?
El artículo 12 de La Declaración Universal de Derechos Humanos defiende expresamente el derecho a la privacidad: “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia…”. Sin embargo, en Internet estamos regalando nuestra privacidad a cambio de conveniencia.
Nota: Este artículo lo escribí para la revista que circula en la escuela donde estudian mis hijas.
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