Yo tenía entre 2 y 3 años. Estaba montando a caballo con mi mamá en el Zuleteño con un grupo de gente.Empezamos a galopar y mi mamá soltó las riendas del caballo que quedaron en mis manos. En ese momentó a todo galope yo me sentí el rey del mundo en la capacidad de controlar un animal tan grande como un caballo.
Simplemente un momento maravilloso y una de las razones por las que amo tanto a los caballos.
Cuando yo era niño y tenía 12 años mi papá me trajo una de las noticias más emocionantes de mi vida. La Guayabita había parido una pequeña potrita alazán con una mancha blanca en frente. Yo simplemente no podía más de la felicidad por fín tendría un caballo para mi y con el que sentía identificado, al fin de cuenta los 2 eramos niños.
Fuimos a Guachalá el fin de semana y yo no podía despegarme de la Guayabita y esta potrita. Trate de acercarme a ella, pero no se deja era muy tímida, pero a la vez curiosa. Recuerdo haber buscado por todos lo medios: parado, gateando, sentado y esperando que ella se acerque. Poco a poco se dejo acercar, al principio muy tímida y con el tiempo me gané su confianza.
Llegó un día que con mi papá decidimos hacerle probar panela (azucar negra en bloque). Fue la golosina que más le gustó. Le gusto tanto que la pequeña potrita se llamó por siempre Panela.
En ese entonces yo viajaba todos los fines de semana con a Guachalá y siempre iba a los potreros a ver con la Panela. Recuerdo que los 2 jugábamos como grandes amigos. Yo corría por un lado y ella corría a lado mío como si estuviéramos haciendo carreras. Obviamente ella siempre ganaba 🙂 Aveces se olvidaba que yo era un niño y ella una potra, los juegos se ponían un poco miedosos cuando se paraba en 2 patas al frente mío. Pero nunca pasó nada malo y siempre nos llevamos bien.
Muchas veces cuando yo iba al potrero a visitar a mi Panelita ella estaba dormida Me gustaba mucho poner cabeza sobre su barriga y dormir una siesta. Sigue leyendo Chao mi Panelita 🙁